Participo en un club de lectura y cerveza con puras mujeres que admiro y estimo mucho. Mujeres inteligentes, llenas de empatía, aliadas de las buenas causas, profesionistas. Cuando decidimos tener una sesión en la que hablaríamos de las cervezas Stout, más de una se refirió a ellas como sus favoritas pero no con orgullo, sino con algo de vergüenza.
D, una de ellas, se disculpó por preferir las stouts por sobre otros estilos admitiendo que esto es lo que hace que ella no pueda considerarse parte de la comunidad cervecera, porque “siento si no te gustan las IPAs, no puedes jugar a la cerveza artesanal”.
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En más de una ocasión me he topado con el lamentable panorama de amigas, todas mujeres, a las que les da pena admitir que su cerveza favorita es una stout con cacahuate, chocolate o café. Por alguna razón, piensan que sus gustos son “básicos” o peor, “de mujeres”, y que para jugar el juego de la cerveza artesanal tienen que, por reglamento, gustarles estilos más típicamente asociados con el movimiento, como las IPA, muy amargas y poco accesibles a paladares no acostumbrados.
Tan lamentable se me hace que sientan pena de sus gustos como que se sientan intimidadas de contármelo. Como si estuvieran esperando una inminente sesión de “educación cervecera” de mi parte; cual si necesitaran ser reformadas, encaminadas por el buen andar del buen beber, uno que no las haga sentir avergonzadas de lo que su válido gusto culinario les dicta que quieren tomar.
El hecho que teman “admitir” su gusto por X estilo de cerveza me hace pensar que, en al menos una ocasión anterior, sí fueron regañadas o sermoneadas sobre por qué está mal que les guste lo que les gusta.
Al acto de controlar quién tiene acceso a la información o a formar parte de un sector específico de la sociedad se le llama gatekeeping, y esto ocurre en todas las comunidades, incluso la de la cerveza. Una manera de mantener fuera a personas no deseadas en la comunidad es con la burla y generando espacios tan tóxicos y poco amigables con personas novatas, al grado que solo los más fuertes (o aferrados) podrán cruzar ese umbral y ser aceptados como uno más de la manada.
A esto, en adelante, le diré beershaming, concepto que no sé de dónde saqué y el cuál definiré como la práctica de usar los gustos de alguien más como armas en su contra para cuestionar sus conocimientos sobre cerveza y con ello limitar el acceso a la comunidad o la validación en el campo. Campo léanlo en el sentido bourdiano.
(si tuviera dinero, aquí estaría una ilustración de Bourdieu con una cerveza que habría comisionado a una artista hacer)
En la comunidad cervecera, ha sido mi experiencia, las principales víctimas de estos fenómenos son las mujeres. No obstante, personas que prefieren consumir cervezas macro también lo sufren, pero de ellas hablaremos en otra ocasión.
En mi opinión, el gatekeeping y beershaming en la cultura cervecera forman parte de un rito de pasaje para muchas personas. Aunque no recuerdo haber sido partícipe de llamar “básicos” los gustos de alguien (pero me puede fallar la memoria), estoy segura haber sido una de tantas snobs que, aunque de manera interna, juzgaba a las personas y pensaba que apenas alguien ignorante prefería una marca o estilo sobre otros.
Después de todo, mi primera cerveza artesanal fue la Torpedo Doble IPA de Sierra Nevada y la amé, y por algo que solo puedo considerar ridiculez ahora, me sentía especial, única y referente.
Incluso entre los borradores de posts-que-nunca-fueron para este blog, encontré parte de un texto donde llegué a creerme capaz de recomendar cervezas sencillas de conseguir para que “dejes de tomar tecate light”, como si alguien se hubiera muerto y me dejara encargada la tarea de decirte en qué gastar tu dinero.
Mea culpa.
Y no es que esté mal recomendar qué tomar, sobre todo a quienes lo piden, pero con el tiempo he aprendido que puedo (y prefiero) hacerlo sin dejar abajo los gustos de alguien más.
Puedo hacerlo, sobre todo, sin hacer sentir mal a las personas, principalmente a las mujeres, que depositan en mí su confianza para decirles qué tomar y qué esperar de lo que toman.
Porque, y vuelvo al tema, han sido tantas veces que escucho a mujeres avergonzarse de decir en voz alta lo que les gusta tomar que solo puedo pensar en quién les pudo hacer tanto daño y, sobre todo, cómo puedo ayudarles a dejar de temer y dudar en la validez de sus gustos.
Después recuerdo que siguen siendo los grupos en redes de “beer lovers” los que más perpetúan estas ideas. En pleno 2021 seguimos viendo posts “disculpándose de antemano” porque sale una cerveza macro en la foto. O burlándose con memes ya arcaicos de la masculinidad cuestionable de quienes prefieren una cerveza ligera.

No hace muchos años escuché a un autoproclamado promotor de cerveza diciendo que las cervezas de fruta son más apropiadas para las mujeres. Sea por dios.
Hay que recordar que muchos de estos grupos en redes siguen siendo un club de Toby y que, además, están compuestos por muchos sujetos que siguen en ese rito de pasaje, en esa etapa esnob, en la que tienen que demostrar a no-sé-quién que ellos sí saben de cerveza, porque toman una Pliny.
Mi experiencia en círculos más veteranos, al menos a veces y en mi fortuna, ha sido un poco menos agresiva hacia los gustos de los demás.
Cuanto más conocedora y madura es la persona que conozco dentro de la escena, tanto menos veo que le presten atención a esa clase de detalles; inclusive, les veo consumiendo marcas que ni siquiera son “artesanales” en situaciones mucho más casuales. Porque, la verdad, a veces se antoja.
Creo que soy una de las pocas si no la única mexicana, infiltrada en la comunidad llamada beer twitter, compuesta de puras personas profesionales de la industria, cocineras, promotoras, escritoras, catadoras y educadoras de la cerveza, en el mundo anglosajón (EEUU, Canadá y Reino Unido, principalmente). A todas ellas las he visto disfrutar de cervezas rarísimas (en el sentido de poco común de la palabra) y unas miller highlife. A nadie le importa y, muy importante, a nadie le apena seguir el ritmo de lo que en ese día se les antoje tomar.
Nadie, al menos nadie cuya opinión valga la pena escuchar, va a pensar más o menos de ti por lo que prefieras tomar y tus motivos para hacerlo. Esa discusión ya se acabó, ahora se habla de otros temas más relacionados a esa coyuntura entre la cerveza, la justicia social, la cultura y las comunidades.
Y sándwiches.
Esto no quiere decir que no haya espectáculos lamentables en la comunidad anglosajona de la cerveza, es solo que rara vez o nunca me ha tocado verlos desenvolverse alrededor de los gustos de los demás, salvo cuando hablamos de tendencias muy transgresoras, como las fruit beer y sus polémicas latas explosivas que han causado daños y accidentes. Pero esa es otra discusión.
El fenómeno del beershaming se da, en mi opinión y experiencia, en círculos caracterizados por el machismo, falta de profesionalismo y exceso de personas que necesitan demostrar lo mucho que saben, pero les es imposible hacerlo sin dejar abajo a los demás. Si los demás son mujeres, mejor, porque es más fácil.
Se da también en espacios con personas con mucho por aprender pero con poco self-awareness (consciencia de sí mismo o misma, pero me gusta más como suena en inglés por ridícula). Personas que piensan que, con su poca o nula experiencia y conocimiento teórico-práctico de la cerveza, pueden venir a darte lecciones. Este fenómeno lo he visto en espacios de hombres y mujeres, lamentablemente, y tal vez después hable un poco más al respecto.
Lo digo con dolor porque yo era de esas personas que creían que podían dar clases (con esa idea surgió este blog, y agradezco mi pereza el no haber continuado con eso) y aunque mi corazón siempre estuvo en un buen lugar, pues mi plan era compartir lo que fuera aprendiendo, creo que ahora me gusta más la idea de aprender en compañía y solo hablar desde lo que sé y con empatía.
Lo que quiero decir, amiga y amigue que me lees, es que juzgar a alguien por lo que decide tomar es tremenda small dick energy. No debes apenarte de lo que te gusta porque ya no estamos para fingir que no nos late el perreo hasta el suelo, las cervezas claras o las stouts con chocolate.

Nadie que en verdad quiera ver a la comunidad crecer va a contribuir a la toxicidad de un espacio que nos pertenece y que, históricamente, nos han querido arrebatar (mi texto sobre esto está aun en el borrador pero pronto lo traigo). Quien lo haga, quiere que la cultura cervecera sea exclusiva para clubes de Toby, esos donde en las reuniones no falta el mamador que llega con una cerveza rarísima y malísima pero que defenderá a capa y espada porque él, y no tú, es el iluminado en la materia.
Que el beershaming no te detenga, amiga y amigue. Toma lo que se te dé la gana. Esto también pasará, porque afortunadamente se trata de un fenómeno que está desapareciendo para mantenerse en las filas de los newcomers que, con suerte, en unos años recordarán con vergüenza las veces que se negaron el placer de abrir una miller y relajarse un chingo.
Agradecimientos:
A mis amigas de BooksnBrews TJ (si quieres participar en el club, manda DM a la cuenta de IG) por permitirme compartir con ellas lo poco que sé de cerveza. A Caro por tallerear el texto. A la gente cuyos tuits cité.



Me encanto lo del beershaming! Me lo han hecho un sin fin de ocasiones
jajaja el otro que está suave y que seguro te han hecho es el Beersplaining, cuando los vatos (principalmente) te quieren explicar (sin haberles preguntado) cosas sobre cerveza que juran que no sabes.
Tal vez deba escribir de eso en el siguiente post!
Qué curado. Yo soy bato, y con mis amigos de confianza sí he caído en la cura esa de dar carrilla por la Tecate Light. No por que me considere “conocedor” (no sé ni madre de cerveza), sino por mis gustos. Voy a dejar de hacerlo, total qué chingados me importa.
Gracias, gran post.
Axel, qué gusto leer tu comentario. Nadie es “conocedor” de cerveza así que tu opinión en cuanto a sabores y gustos es super válida, siempre. Me alegra tu conclusión. Gracias a ti por darte una vuelta y por leer el post. Espero que vuelvas pronto!