La historia de la mujer invisible y su esposo el cervecero

mujer y hombre brindando con cerveza

“Tengo nombre”, le dije al sujeto que se refirió a mí como “ah, tú eres la esposa del cervecero” en un evento en Tijuana. Si no me equivoco, era el aniversario de una cervecería donde trabajaba mi marido, el -en efecto- cervecero. No fue la primera y mucho menos la única vez que ha pasado algo similar y, lamentablemente, he llegado a interiorizar esta idea de ser solo eso.

Cada marzo, la comunidad de mujeres profesionales de la cerveza en Twitter recuerda una vez más los momentos en los que ellas también han sido tratadas así. Desde hombres preguntándoles “¿y sí te gusta la cerveza?” hasta por completo ignorándolas a ellas, las juezas BJCP1, para preferir hablar con sus esposos, los que no se dedican a nada relacionado con la industria cervecera.

“Es mi cosa favorita cuando mi esposo y yo estamos en una cervecería y le hablan a él sobre cerveza y él solo dice “yo no sé, ella es la jueza, yo solo la estoy acompañando”.

Beth Demmon, jueza de cerveza, galardonada periodista de la industria cervecera

Esto ha sido algo común en los miles de años que lleva esta bebida acompañándonos.

Es difícil determinar quién inventó la cerveza. Quien lo haga peca de tremenda arrogancia o, en el mejor de los casos, ignorancia bienintencionada. Sin embargo, conociendo nuestra historia como humanidad patriarcal, en donde las mujeres somos las principales ejecutoras de las tareas domésticas, además de simple estadística de población, es fácil suponer que, lo más probable, es que haya sido una mujer.

Ahora, pocas cosas triggerean tanto a un grupo de “beer lovers” en internet que decir algo así. “No, fueron los sumerios”2 (grupo que aparentemente no contaba con mujeres y se reproducían por arte de magia), dicen algunos apostando a su vago conocimiento de trivia cervecera. “No, yo leí que fueron los pitufos y que fue mágico”, dice el que cree que es gracioso. “No, la cerveza fue creada por los egipcios”, otro grupo condenado a desaparecer por la trágica y misteriosa inexistencia de las mujeres, aparentemente.

Cualquier excusa es válida a la hora de invisibilizar a las mujeres y su papel en la historia de la cerveza. No obstante, es imposible navegar esta historia sin toparse, constantemente, con la presencia y la influencia de mujeres cerveceras.

Lo acepto. Yo llegué a “la escena” cervecera por influencia de mi pareja, quien a su vez se acercó a este rollo porque su papá lo llevó a un festival y le dijo “hay que hacer cerveza nosotros”. Sin embargo, tras años probando, escribiendo sobre, y moviéndome de alguna manera en los círculos que así me lo permiten, así como la poca experiencia que tengo haciendo cerveza, no he podido salir de esa sombra que proyecta mi esposo, el profesional, sobre mí.

La sombra a veces me borra y otras me protege y ayuda.

Portada del libro "Ale and brewsters in England" con una ilustración de una mujer sosteniendo un tarro de ale
“Ale, beer and brewsters in England” de Judith M. Bennet.

En su libro “Ale, Beer and Brerwsters in England”, Judith Bennet relata cómo, fuera de unas sesiones mensuales enfocadas a la legislación en la venta de alcohol, la palabra Brewster estuvo en desuso y a punto de desaparecer de la lengua inglesa. ¿Por qué es importante mencionar esto? Porque brewster es el femenino de brewer; es, pues, la palabra inglesa para nombrar a las cerveceras. Sin embargo, esta palabra fue tan desplazada a través de los años que, hasta hace poco y gracias a movimientos de cerveceras feministas, a las mujeres que se dedican a la elaboración de cerveza se les llamaba – incluso ocurre aún muy comúnmente en estos días- brewers, o el masculino de cervecero.

Brewer, la palabra masculina, era/es utilizada por igual para nombrar a toda persona, sin importar su género, que se dedica a la elaboración de cerveza.

“Al perder a (la palabra) brewster, perdemos la perspectiva de una parte crítica en la historia”, asevera Bennet en la introducción a su libro en el que después relata en qué momento, al menos en el caso particular de Inglaterra (ya que este proceso fue muy distinto en Irlanda, por ejemplo), la industria pasó de ser dominada por mujeres a, como lo es en la actualidad, sinónimo de manos de hombres en toda parte del proceso de la misma: desde cocinarla hasta venderla.

Era 2014 y yo ya tenía todo listo para lanzar la fanpage de nuestra mini-micro-diminuta-cervecería casera, pero mis colegas no podían ponerse de acuerdo para elegir un nombre. Seguía presionándolos en el chat grupal tal como les había presionado antes en comprar más equipo (ahí se fueron varias mensualidades de mi beca del CONACYT), de vender la cerveza a amigos para, al menos, recuperar la inversión y comprar más insumos, de aliarnos, de empezar con esto que a todos nos gustaba.

Al fin eligieron un nombre y comenzamos a vender nuestras humildes creaciones a amigos y conocidos. Al poco tiempo, una radio local nos empezó a invitar a los “viernes de cata”, espacio en el que me quedé como participante recurrente solo yo por unos meses, y en el que me convertí en la mujer token del grupo por un rato (hasta que me dejaron de invitar, sospecho, tras haber hablado mal de una cerveza que buscaban promover y vender los patrocinadores, pero esa es otra historia.)3

A finales de septiembre hicimos un evento que algunos se aferraron en llamar “festival”, pero yo insistí en llamarlo por lo que era: una cata. En la mini cervecería ya éramos 5 personas, dos mujeres y tres hombres. Hubo problemas, nos separamos, dividimos el equipo y mi esposo se fue a iniciar su carrera profesional en la industria a Tijuana, donde años después viví por un rato para ser “la esposa del cervecero”.

Muchas fuentes (principalmente artículos de divulgación) dirán que la labor cervecera era primordialmente dominada por mujeres hasta más o menos la Edad Media, cuando se asoció a las mujeres cerveceras con las cacerías de brujas y se les exilió de la comunidad.

La verdad es parecida pero no tan mística.4 Me temo que no hubo brujas sino un demonio llamado patriarcado que se encontró con otro igual de temible, el capitalismo.

En mis Highlights de Instagram pueden ver la versión corta del mito de la relación entre mujeres cerveceras y brujas.

La labor cervecera, hay que entender, no siempre estuvo aliada al sistema capitalista que nos oprime actualmente. La cerveza era una bebida de la gente; mientras el vino era para la clase noble, la cerveza (surgida probablemente de un afortunado accidente al realizar pan) era del pueblo. Una bebida que, en aquellos entonces, era espesa y llena de nutrientes y, gracias al proceso de fermentación, relativamente segura para su consumo. Era realizada en casa, a la par de otras labores domésticas en la cocina, tradicionalmente destinadas a las mujeres.

La producción de cerveza era pequeña y tal vez a mediana escala. Era también una de las pocas actividades económicas que podían realizar las mujeres, principalmente las mujeres no-casadas (viudas, en su mayoría, solteras usualmente herederas en menor medida) durante la Edad Media. De acuerdo con registros de impuestos ingleses, las mujeres cerveceras (Brewsteres y Alewives, pues técnicamente en aquél entonces no se elaboraba cerveza sino ale)5 pagaban cuotas similares a las de hombres por su derecho a vender sus productos, cuando la desventaja en producción las afectaba a ellas.

Con la llegada de medios de producción masivos, la elaboración de cerveza se convirtió en una labor mucho más redituable y, por ende, más atractiva para los hombres, quienes dejaron otros trabajos para abrir sus cervecerías, generando nuevas figuras como organizaciones de cerveceros que, oh sorpresa, se convirtieron en clubes de Toby (es decir, espacios llenos de tóxica masculinidad). Los impuestos aumentaron, generando que solo los más ricos pudieran vivir de la producción de cerveza y desplazando así, lo adivinaron, a las mujeres.

Debió ser también en 2014 cuando llevaba a mi entonces novio a la que sería la primera reunión del Club de Cerveceros de nuestra ciudad. Iba a ser en su casa. Irían cerca de 10 sujetos que llevaban alrededor de 1 y 2 años haciendo cerveza casera y, a veces, vendiéndola a conocidos y amistades. Con algunos habíamos colaborado, a otros los conocía personalmente. No fui, era reunión de hombres.

Hace unas semanas se hablaba de los inicios de la comunidad cervecera en la ciudad donde vivo. Estas charlas suelen ser transmitidas en las redes sociales de colectivos o cervecerías, y casi exclusivamente dependen de los relatos de hombres. Cuando se habla de la historia local, se menciona la cervecería casera que fundamos, y luego la reunión en la casa de mi pareja, a veces se llega a hablar de la cata que organizamos como uno de los primeros -si no EL primer- eventos cerveceros que se realizaron en la ciudad.

Casi nunca se menciona mi nombre o el de N, la otra mujer de la cooperativa cervecera que hicimos, ella también es la pareja de un cervecero.

Las dos somos, por lo visto, invisibles.

1 Beer Judge Certification Program, el programa de certificación para ser juez de cerveza, el más común mas no el único. La mayoría de las competencias cerveceras se basan en sus criterios de definición de estilos y debes certificarte con ellos para ser jueza.
2 Los sumerios tenían una diosa de la cerveza, Ninkasi. Luego podemos platicar sobre ella.
3 Esta versión de la historia es la que más recuerdo, pero puede ser solo coincidencia o diferencia de opiniones las que provocaron esto.
4 También podemos hablar de esto.
5 Ale es básicamente el antecedente de la cerveza, una bebida fermentada con ingredientes similares. Aunque la explicación larga nos tomaría tiempo, la versión corta es que el Ale es como la cerveza pero sin lúpulo. Actualmente, muchos usan ale y cerveza como sinónimos.

Agradecimientos a Lorena por revisar el post y a mis amigas que me animaron a sacarlo del tintero y publicarlo.

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