*Los nombres y algunos detalles de este post fueron modificados para proteger la privacidad y seguridad de las personas involucradas, quienes además aprobaron el texto y su publicación. La situación es real y más extensa/grave que lo que tengo permitido plasmar.*
Gaby llevaba unas pocas cervezas tomadas y es de la clase de morras que desde la primera tiene que ir al baño cada 10 minutos. No sabe cuántas veces había ido ya, pero eran al menos 3. En el baño del bar notó que había una camiseta tipo jersey, deportiva, de esas que son porosas y algo traslúcidas. La playera llevaba rato en el baño y no le había dado mayor importancia hasta que notó un detalle, una especie de reflejo o luz que se veía envuelta en la prenda. Tras verificar bien, se dio cuenta que se trataba de una cámara GoPro posicionada de tal forma que grababa a detalle y en un ángulo muy comprometedor a los usuarios del inodoro.
Hablo de usuarios por no decir usuarias, que claramente eran el objetivo de la cámara y la persona que la escondió en el baño.
Gaby y su pareja tuvieron la oportunidad de viajar a Tijuana debido a un compromiso laboral. Aprovecharon para visitar algunos de los bares de la ciudad que, para muchos (particularmente para los locales) es potencia nacional en cerveza artesanal. Decidieron acudir a uno de los más atractivos por su vista panorámica que va desde el centro hasta algunas autopistas de San Diego. Fueron a Norte Brewing, ubicado en el quinto piso del edificio Foreign Club.
Una particularidad de Norte es que cuenta con un baño unisex que está a la vista directa del staff de la barra y de todos los comensales del lugar. Una esperaría, pues, que se trate de un espacio relativamente seguro ya que se sabe quién entra y sale y cuánto tiempo dura en él. Sin embargo, esta no fue la experiencia de Gaby.
HABLEMOS DE LO QUE NOS INCOMODA
Durante el mes de marzo, es común ver cómo distintas industrias hacen un esfuerzo (si no mayor, a veces único) por visibilizar el papel de las mujeres en sus filas. Yo, por ejemplo, tuve el honor de participar en una Conferencia Impetuosa sobre la historia de las mujeres en la cerveza, en particular el mito de las brujas y las brewsters (pero de eso hablaremos en detalle en otra ocasión).
Creo que salvo por esa charla y las demás conferencias de Proyecto Impetuosa, no se habló mucho sobre las problemáticas que enfrentamos en esta industria. Se mantuvo, casi en todas las pláticas y eventos en línea, un aire optimista de cambio para bien, acá somos muy incluyentes, respetamos a las mujeres, les “damos voz” aunque nomas sea en marzo.
Creo que seguimos sacándole la vuelta a un demonio enorme que azota a esta comunidad: el acoso laboral y sexual que sufren las mujeres, tanto que trabajan en la industria cervecera como las consumidoras. Creo también que esto se debe a que, como comunidad, procuramos no tocar temas incómodos que nos recuerden la propia naturaleza del ambiente en el que nos desenvolvemos: uno que adolece en su trato a personas vulneradas, racializadas y básicamente que no sean hombres heterosexuales.
Vengo pues, una vez más, a ser la feminist killjoy de esta comunidad. Es mi cruz y la cargo con gusto.
Hay muchísima tela de dónde cortar, al grado que para hablar de todo sería mejor hacerlo en un proceso de largo aliento, como una serie de posts. En esta ocasión, me gustaría enfocarme en los bares que son denunciados por ser espacios no seguros para mujeres y otras personas que no encajan con el arquetipo “hombre cis no racializado” que impera en la industria, usando un caso en particular.
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Cuando Gaby fue a su mesa, fue interceptada por un sujeto que le dijo “tú tienes mi cámara, devuélvemela”. Ella sabía que ésta había sido deliberadamente puesta ahí para vulnerar la intimidad de las personas, principalmente de mujeres, y se negó a regresársela al sujeto que, además, quién sabe cómo supo de inmediato que la cámara había sido descubierta.
La gente y el personal del bar comenzó a notar que algo pasaba. El personal del bar no supo reaccionar y, aunque se llamó a las autoridades, el difícil acceso al quinto piso en donde se encuentra el lugar y seguro el desinterés por atender esta clase de delitos hizo que nunca llegara la policía. Sin protocolos para la situación, el bar dejó ir al sujeto libremente, no ofreció ayuda o acompañamiento a Gaby y su pareja (quienes sufrieron otra clase de acoso en el bar y de no ser por un grupo de mujeres que estaba ahí que las acompañaron, hubieran tenido que volver solas a su hotel) y hasta el momento, abril de 2021 casi un mes después de los hechos, el caso sigue sin ninguna solución.
El (dueño del) bar se limitó a enviar un mensaje a un grupo privado de chat de empresarios de la zona indicando que “estén pendientes” porque un tipo puso una cámara en el baño. Denuncia judicial, protocolos de seguridad y prevención de violencia de género, acompañamiento y rendición de cuentas, quedaron al lado, olvidados. No fue sino hasta que grupos feministas denunciaron en redes los hechos, que el bar, un par de días después, hizo un comunicado genérico que satisfizo solo a los menos afectados y más indiferentes.
UNA COMUNIDAD A MEDIAS
He estado reflexionando mucho sobre este evento que no es el primero ni el único en su tipo. De hecho, cuando comuniqué el caso en Instagram recibí muchos mensajes de mujeres dentro y fuera de la industria pero todas aficionadas y consumidoras de cerveza artesanal, sobre cómo se han visto vulneradas personalmente, molestas ante la situación, en general hartas del machismo y violencia de género que vivimos en esta que llamamos nuestra comunidad, pero que solo lo es cuando se habla bien, cuando estamos cotorreando a gusto, cuando es en pos de promover el consumo de la cheve y no pleitos.
Esto último no lo digo yo. Esta fue la postura que se manejó en el grupo de Facebook más grande sobre cerveza artesanal en Tijuana y seguramente de los más grandes del país, Beer Lovers TJ.
Ante la denuncia de lo ocurrido en Norte, un administrador eliminó la publicación y publicó un comunicado en que, palabras más, palabras menos, decía “aquí no es para hacer ‘ciberdenuncias’ (así, entre comilla), aquí venimos a promover el consumo local; para denuncias hay otros espacios”. El mismo post de aviso tenía cerrados los comentarios y el tema murió, porque a los Beer Lovers no les interesa la seguridad de las mujeres ni la discusión de los temas incómodos.
Para la administración del grupo, moderar la discusión entre usuarios requiere demasiado tiempo, el grupo no es para eso, y es mejor que las morras se arreglen con el bar.
PROTOCOLO NO ES NOMBRE DE SEÑOR
Como mencioné antes, el caso de Norte no es el primero, no será el último, no es para nada el único en su tipo. Acérquense a cualquier mujer y les podrá contar historias de terror de acoso que han sufrido en bares. Los de cerveza artesanal no se salvan de esto. Sin embargo, la comunidad del craft se jacta de ser muy superior en todo sentido a esos mugrosos bebedores de “cerveza comercial” (porque han de creer que la craft no se vende, es gratis, pero de eso hablaremos en otro día). Sin embargo, son la misma gata nomas que dryhoppeada.
El problema de Norte no es que sean un negocio manejado por tiranos que odian a las mujeres (que no es el caso, aunque su marketing podría fácilmente armar un caso en su contra), de hecho son personas bastante decentes. Es más bien un caso más de falta de preparación y perspectiva de género ante situaciones como las que ocurrieron el pasado 27 de marzo, cuando Gaby descubrió la cámara que quién sabe a cuántas personas habrá grabado o tal vez transmitido en vivo mientras iban al baño.
Sin afán de cancelar a un bar, que para bien o para mal representa un espacio más en la industria, y apelando a un verdadero sentido de comunidad (el que está en las buenas y en las malas, no el a medias como los beerlovers), es que comparto las siguientes reflexiones en dado caso de que tu bar o cervecería sea denunciada en redes como un espacio que violenta a mujeres y otras personas vulneradas (LGBTQ+, racializadas, discapacitadas, todas las anteriores y todas las que fallo al no nombrar).
Seré breve porque ya me extendí demasiado y porque, al final de cuentas, no quiero ni puedo hacerles el trabajo.
- Siempre es mejor prevenir:
Invierte en un protocolo de atención a casos de violencia de género y discriminación. Acércate a organismos ciudadanos, colectivas feministas y activistas de las comunidades antes mencionadas; págales (esto es esencial) por sus asesorías y elabora con elles un plan de trabajo, paso por paso, de qué hacer en las situaciones más comunes de violencia que pueden presentarse en tu bar. Las oficinas de institutos de la mujer o prevención de discriminación de la comunidad son un buen comienzo, pero yo optaría por iniciativas ciudadanas e inclusivas.
Capacita a tu personal, el cual debe ser dentro de lo posible un personal diverso en todo sentido con equidad de género y representación de diversidades, para saber identificar y actuar ante casos de violencia. Si el personal de Norte hubiera sido capacitado, Gaby no habría sido revictimizada en el tiempo inmediatamente posterior a haber encontrado la cámara. El sujeto no se hubiera ido sin conocer su identidad, y tal vez la cámara nunca hubiera llegado al baño.
Hace un par de días en Reddit alguien comentaba que le tocó presenciar qué ocurría en un bar luego de que alguien denunciara que un hombre había echado algo a la bebida de una comensal. El personal de la barra emitió una alerta, se encendieron las luces, la música se detuvo y ante todos se hizo el aviso de los hechos, la denuncia y la solicitud/invitación a que todas las mujeres del bar regresaran sus bebidas para que fueran reemplazadas por una nueva, para acercarse al personal del bar si sentían algún efecto extraño o si se sentían en peligro, para ser acompañadas.
Las luces permanecieron encendidas durante una hora después de lo ocurrido.
Eso que el bar hizo es llevar a cabo un protocolo el cual seguramente idearon para este tipo de casos. Como ves, no suena nada improvisado sino al contrario, practicado y socializado entre el personal del bar.
- No previniste y ahora ya es muy tarde:
Hagas lo que hagas, no te laves las manos de tu responsabilidad como bar o cervecería ante una situación como la que ocurrió en Norte. Para muchas personas, incluyéndome, y para me atrevería a decir la mayoría, el comunicado del bar fue precisamente eso: hicimos lo que pudimos, ya no es nuestro problema.
Es muy sencillo: tómate un tiempo (no mucho) para reflexionar, escucha a la comunidad (principalmente a la que ha sido afectada, la que está siendo más crítica de la situación, las personas vulneradas), admite tu culpa, pide perdón y sé MUY claro en las medidas que vas a tomar de ahora en adelante. Ofrece un plan claro de acción con fechas de resultados. Gánate de nuevo la confianza de tus comensales, no nada más te quedes con los que no mostraron interés por los hechos.
Llama a la situación como lo que es: violencia de género, violencia racial, discriminación o cualquiera que sea el caso por el que estás siendo señalado. Otro error de Norte fue nunca nombrar bien los hechos; dijeron que “intentaron grabar a dos clientas” cuando Gaby y su pareja no fueron las únicas vulneradas y nunca mencionaron las palabras “violencia de género” o se comprometieron a proteger a las mujeres que acudan a su bar.
Denuncia los hechos como lo que son, denuncia los errores de la comunidad, dile a tus clientes que aquellas personas que actúen así no son bienvenidas en tu negocio.
- Actúa en lo público y en lo privado
Si tu bar fue el escenario de un caso de violencia, asegúrate de demostrarle a las víctimas que les crees, que estás ahí para ellas y no las abandones en el momento en que ponen un pie fuera de tu establecimiento.
Dale seguimiento al caso. Continúa con la denuncia siempre y cuando esto vaya de la mano de una protección a la integridad y seguridad de las víctimas.
Cuando sea apropiado, hazle saber a la comunidad que el tema llegó a una conclusión, informa sobre cuáles fueron los acuerdos y resultados de todo.
- Conviértete en un agente de cambio
Entre los comentarios de la anécdota de la denuncia de bebida adulterada en Twitter, resaltaba la admiración por hacer de una denuncia en corto, un problema de todos en el bar.
Porque, verán, eso es hacer comunidad.
La violencia de género y discriminación en la industria es problema de todos y todas. Toda persona que forma parte de la comunidad debe tomar parte y postura para combatirla. No tomar postura es en realidad ir en contra de las víctimas. No es algo que se deba “resolver entre las morras y el bar”, sobre todo cuando es algo que podría estar pasando en otros espacios, a otras mujeres, y que es un delito (hola, les presento a la Ley Olimpia). Quedarse callado es ser cómplice de un delito.
Recuerda que como bar y/o cervecería, formas parte de la comunidad más allá que de la industria. Es tu responsabilidad ofrecer un espacio seguro para todas, todos y todes. Conviértete en una voz que denuncia estos problemas, reclama y exige a otros espacios a que los atiendan.
Básicamente, no seas ojete, sé más empático, no seas indiferente.
Que tu bar sea denunciado por feministas o cualquier otro grupo no es para nada el fin del mundo. Aún sin resultados claros y con decisiones pobres, Norte sigue teniendo el éxito que siempre ha tenido y así ha ocurrido con la mayoría de las cervecerías que han pasado por situaciones similares. Pero es importante que sepas que esta realidad está cambiando. Cada vez somos más las personas que buscamos espacios seguros e inclusivos, libres de violencia y discriminación, accesibles para todas las personas sin importar su discapacidad; y tenemos dinero, nos gusta la cerveza y pagamos buen dinero por ella.
DINERO. A ver si así me entiendes.
Si has tenido alguna experiencia de acoso en un bar o cervecería y quieres platicarlo, mándame un correo, deja un comentario, comparte tu caso si así lo quieres hacer.


